La diferencia entre tomar fotos y hacer fotografía

Reflexionamos sobre la diferencia fundamental que existe entre tomar y hacer fotografía

por Marionsky

11/10/20246 min read

Típico escenario de la vida cotidiana. Sentado en una reunión, rodeado de tus amigos o tu familia, tal vez ambos; se celebra un cumpleaños, un logro o algo, realmente esto poco importa. Recién terminaron de comer y, en lo que llega el postre con el café, la urgencia por sacarse fotografías en el jardín se apodera, primero de las más jóvenes que quieren presumir su amistad (y atuendo) en redes sociales, y luego de ti que no quieres quedarte solo en la mesa con los “adultos” mientras hablan de temas que para nada te involucran. Dada tu condición titubeante y tu esquivo contacto visual directo, la amiga que se está quedando fuera de todas las fotos te solicita con voz pintada de agradable, pero con tintes de urgencia –Oye, ¿tú eres fotógrafo, no? ¿Nos puedes tomar una foto?– –Claro, tomar una foto…– dices hacia tus adentros mientras pretendes saber lo que estás haciendo y presionas irreflexivamente el botón para tomar una serie de fotos que jamás volverás a ver en tu vida. Ni tus 5 años de experiencia en fotografía te podrían haber preparado para ese momento.

Esta reflexión se suscitó de nuevo en mí, cuando caminaba por los pasillos del Grand Palais des Champs-Elysées durante la exposición fotográfica más importante del año: el Paris Photo 2024. Interminables cubículos con galerías repletas de todo tipo de fotografías vestían el ya enorme palacio y lo hacían parecer aún más inmenso. Artistas de todo el mundo exponían su trabajo, su profesión, sus pensamientos y miedos más profundos, sus vidas. Mientras que otros, ponían en las paredes cosas de las más bizarras y para las cuales me basta con expresar confusión.

La gran mayoría de trabajos eran dignos de inspiración, dado que evocaban a la reflexión y porque, cuál buenas fotos, capturaban con tan solo un vistazo el interés de quienes pasaban. Logrando que algunos, los más valientes, se atrevieran a detenerse en seco en medio de la estampida, alterando su correcto funcionamiento tan solo para tener un momento a solas con la obra. Luego estaban los otros, los incomprensibles, que no proponían nada en cuestión de narrativa, estética ni técnica. Fotografías que parecerían no tener nada de mérito y que sigo sin poder entender del todo.

Después de un par de horas de mirar fotografías en las paredes y los ojos indecisos de la gente al cruzarse conmigo, decidí buscar la salida para terminar con mi excursión fotográfica. Poco sabía que estas ganas de irme serían las que provocarían mi encuentro directo con la inspiración. Mientras buscaba desorientado la salida me crucé con una fila sospechosamente larga. Sospechosa primero porque los precios de las fotografías ascendían a 5,500 euros y era poco probable que más de 30 personas se formaran para hacer la compra de algo así. En segunda, simplemente porque la comida estaba en el segundo piso y ya había pasado por ahí buscando insatisfactoriamente un bocadillo. Lo único que podría provocar dicha cantidad de gente reunida con tanto orden era algo gratuito. Así que, naturalmente, me dispuse a investigar qué causaba su súbito y colectivo interés. Mientras caminaba junto a las personas que conversaban impacientes, me lo topé de frente; simple, enorme y omnipotente. No pude evitar el contacto visual que me atraía incontrolablemente y me desarmaba. Me fui al final de la fila a esperar.

Inspirado por la frase que se le atribuye al inmortal fotógrafo y ambientalista, Ansel Adams, estaba puesto en la pared un cuadro sencillo y minimalista. Con letras transparentes iluminadas por detrás con luz blanca y sobre un fondo negro, escribía: YOU DO NOT TAKE A PHOTOGRAPH. YOU MAKE IT. Frase que me llevo repitiendo a mí y a los demás durante años sobre el trabajo que hago como fotógrafo, porque justo ahí yace la clave fundamental de este arte.

Tomar una fotografía es algo que todos podemos hacer, más aún porque la tecnología ha avanzado tanto que llevamos con nosotros poderosas cámaras que nos permiten gozar del mundo de la fotografía sin tener que invertir en una costosa cámara profesional. Para mí, tomar una foto es eso que hacen los turistas cuando andan de viaje, lo que hacen los estudiantes cuando no quieren tomar notas, lo que hacemos cuando nos reunimos en fiestas y antros. Tomamos fotos del momento, de la gente que nos rodea, de lo que hay, por vanidad, por mera satisfacción, por impulso, tal vez tan solo para tenerlas guardadas en la galería. No hay una intención artística detrás de esta labor. Simplemente posamos tantito y presionamos el botón cuantas veces sea necesario. No saben cuántas veces me he encontrado con clientes y gente en general que me dice “yo también puedo tomar fotos con mi celular, solo le doy tomar y ya”. Exacto. (Esto siempre seguido del ridículo intento de negociación para pagarte menos en el caso de los clientes).

La clave está en la palabra intención. Hacer una fotografía está dotado de una serie de elementos conscientes que constituyen el resultado. En mi caso puedo decirte que siempre que tengo una sesión de fotografías en estudio, por ejemplo, conozco perfectamente el concepto detrás de mis imágenes, el tipo de iluminación que voy a utilizar, las poses que estoy buscando del/la modelo y la justificación para cada uno de estos factores. Obvio hay cosas que van sucediendo durante la sesión que son mejores a lo previsto, pero de eso hablaremos en otra ocasión. Bueno y, ¿qué sucede con los fotógrafos de documental que no disponen de todas estas herramientas de preproducción para la elaboración de sus fotos? Si bien es cierto que ellos capturan lo que encuentran en su camino, también es cierto que tienen una estricta visión artística acompañada de un tremendo instinto y un conocimiento teórico inmenso que los hace crear en el momento y de acuerdo con lo que la vida les presenta.

En ese sentido claro que todos podemos tomar fotografías, pero no todos podemos ser fotógrafos. En las circunstancias actuales donde la imagen fija ha sido relegada de su puesto por los efímeros productos audiovisuales que saturan nuestras vidas, es nuestro deber como fotógrafos hacer de nuestra profesión una que refleje nuestro trabajo artístico. Que esté dotada de intención soportada por técnica y estética.

Con esto no quiero decir que tomar fotografías esté mal, yo también lo hago. Cuando salgo a la calle y quiero mostrarle a mis papás dónde estoy, cuando compro un helado que se ve sabroso, cuando veo un bello atardecer o cuando hay algo que no requiere de mi tratamiento artístico en ninguno de sus aspectos. Sin embargo, la mayor parte del tiempo estoy pensando en cómo brindarle más fuerza a mis fotografías a través de las herramientas a mi disposición.

Tal vez con estas letras te inspire a mirar la fotografía de otra manera y tal vez algún día puedas dejar de tomar fotos para, en su lugar, hacerlas, si es que eso aún no sucede.

A continuación dejo un par de fotos que he tomado durante mi trayectoria que considero muestran a la perfección a lo que me refiero.